Uno no se da cuenta de cuán pasivo es, siempre arrastrado por los acontecimientos, las personas y las cosas. Empezamos un trabajo con mucho interés, conscientes de nuestra meta. Pero al cabo de cierto tiempo, el impulso se debilita, vencidos por la inercia. La comprensión disminuye y uno siente la necesidad de algo nuevo que restaure el entusiasmo, la vida. De esa manera, nuestro trabajo interior avanza por etapas y depende siempre de fuerzas nuevas. Esto está determinado por una ley. Hay que desechar la idea de que el avance se realiza en forma continua y en línea recta. Hay etapas en las que la intensidad disminuye y, si uno no quiere recaer es necesaria la aparición de una fuerza más activa.
El hombre pasivo en nosotros, el único que conocemos, es el que recibe toda nuestra confianza. Pero, mientras permanezcamos pasivos, nada nuevo ocurrirá. Hay que volverse activos en relación con nuestra inercia, en relación con el trabajo pasivo de nuestras funciones. Si queremos cambiar, tenemos que buscar en nosotros al hombre nuevo, el que está escondido; es decir, el del recuerdo, el que tiene una fuerza que solo puede ser dirigida por su voluntad y a quien hay que hacer crecer gradualmente, paso a paso. Uno debe ver que es posible un estado más intenso, más activo.
Hay que hacer un esfuerzo para permanecer relacionados, un esfuerzo de atención. Tratar de conocer realmente lo que somos. Luchando por seguir estando presente, a la vez con un sentimiento de uno mismo que se vuelve hacia una calidad mejor y con un sentimiento ordinario ligado a nuestra persona. Queremos ver y no olvidar nuestra pertenencia a esos dos niveles. Debemos ver dónde está nuestra atención, ¿dónde está nuestra atención cuando nos recordamos a nosotros mismos? ¿Dónde está nuestra atención en la vida? El orden solo puede nacer cuando entramos en contacto directo con el desorden. No estamos en el desorden; somos el estado de desorden. Si miramos lo que somos realmente, vemos el desorden. Y donde hay un contacto directo, hay una acción inmediata. Comenzamos a darnos cuenta de que nuestra Presencia está donde está nuestra atención.
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