CENTRO FÉNIX DE NATUROPATÍA
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Hola ! ! !

Más allá de las limitaciones impuestas por la percepción,
existe la certeza de ser lo que nunca perdimos.
El conocimiento de la conciencia de ser
es la única Libertad que tenemos.
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CIENCIAS ETERNAS


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nos lo hacen saber y serán retiradas inmediatamente.




lunes, febrero 10, 2014

Breve Historia de la Gemoterapia

A partir de algo tan simple como son átomos de hierro, cromo, carbono, litio, moléculas de agua, etc. encajados en diferentes formas, surgen minerales de bellos colores, que nada más verlos levantan el ánimo y nos invitan a soñar solo con su contemplación.
Tenemos al alcance de la mano verdaderos tesoros. Las gemas y los minerales pueden mejorar nuestra calidad de vida, ayudarnos en momentos de transición, aliviar un impertinente dolor, etc.

La gemoterapia es tan antigua como el hombre. Los primeros textos escritos datan del año 4.000 a.C. en Egipto. Los faraones sutilizaban el lapislázuli como cosmético y para proteger sus ojos de los rayos del sol. Cleopatra (69-31 a.C.) usaba una especie de casco recubierto en su interior por hematites para conservar su belleza y juventud. Griegos y romanos también conocían las propiedades de las gemas, como nos relata Plinio el viejo, en sus textos de historia natural. por aquel entonces, la esmeralda era recomendada para las personas con vista cansada, probablemente como consecuencia de que Nerón tenía la costumbre de mirar los combates de gladiadores a través de una fina lámina de esta gema para que el sol que se reflejaba en la arena del circo no le dañara los ojos. Esto se debe a una propiedad física del mineral, la de polarizar la luz. Sin proponérselo, el emperador había inventado las primeras gafas de sol de la historia. En occidente, en la Edad Media es la etapa de más experimentación con gemas. Se construían copas de mineral para potenciar los efectos de los elixires, la cornalina se prescribía como remedio homeopático para detener hemorragias, etc.

A principios del siglo XX ya se conoce la “piezoelectricidad” del cuarzo. Casi a comienzos de la Primera Guerra Mundial se empieza a sintetizar en el laboratorio hasta obtener un cristal limpio de inclusiones para utilizarlo como osciladores de radio. Hasta 1957 era normal entrar en la tienda de un químico londinense para comprar polvo de rubí, esmeralda o perla y utilizarlo como medicina.

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domingo, febrero 09, 2014

Nuestro Don mas Preciado

Cuando no sabes a donde te diriges, cualquier camino sirve. Este viejo refrán significa que, cuanto menos conscientes seamos de lo que realmente nos apasiona, más perdidos nos hallaremos. Y este ir a la deriva puede llegar incluso a dañar nuestra salud.

La conciencia de nosotros mismos nos proporciona una dirección segura para armonizar nuestras decisiones con nuestros valores más profundos.
Aquellos que nunca llegan a plantearse la relación existente entre su conducta sometida al estrés y su capacidad de mantenerse fieles a sí mismos, suelen ser personas que tienen la difusa sensación de estar desatendiendo algo sumamente importante, una sensación que puede originarse en el fracaso matrimonial o en el descubrimiento de que su ruido interior les lleva a incurrir en todo tipo de errores. No obstante, este tipo de crisis suelen ser fructíferas, porque con ellas empieza a resquebrajarse su capa de inflexibilidad. Entonces es cuando empiezan a experimentar emociones que nunca antes se habían permitido sentir y adquieren una nueva perspectiva de ese aspecto de sus vidas.

Solo sabremos lo que tenemos que hacer cuando comprendamos lo que es correcto en nuestro caso. En este sentido, la atención constituye nuestro don más preciado. Los sentimientos son la versión corporal de la situación que estamos viviendo y nos revelan todo lo que necesitamos saber sobre ella.
Cuando la persona se da cuenta de que lo que creía fácil era en realidad difícil, y que lo que creía difícil, en realidad suele ser arbitrario, experimentan un gran avance. En este sentido, los sentimientos constituyen guías fiables capaces de ayudarnos a responder cuestiones tan fundamentales como: ¿hacia dónde me dirijo?

Conocer nuestros recursos, nuestras capacidades y nuestras limitaciones internas nos permite darnos cuenta de nuestros puntos fuertes y de nuestras debilidades; reflexionar y ser capaces de aprender sinceramente de la experiencia, a los nuevos puntos de vista, a la formación continua y al desarrollo de uno mismo; y contar con un sentido del humor que nos ayuda a tomar distancia de nosotros mismos.

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viernes, febrero 07, 2014

El Estimulo que nos Motiva

Tienes que obligarte a ti mismo a pasar algún tiempo alejado del trasiego y el ajetreo del trabajo y del mundo que te rodea para poder conectar de nuevo con la realidad porque, en caso contrario, uno termina perdiendo las riendas y generándose todo tipo de problemas.
Estos problemas son los que conllevan a traicionar nuestros propios valores personales. Porque hay que tener en cuenta que éstos no son meras abstracciones sino creencias internas que nunca llegamos a articular en forma de pensamientos, sino, a lo sumo, en forma de sentimientos. Nuestros valores se traducen en aquello que tiene cierta resonancia o poder emocional sobre nosotros, ya sea en un sentido positivo o negativo.

La conciencia de uno mismo constituye una especie de barómetro interno que nos dice si la actividad que estamos llevando a cabo –o la que vamos a emprender– merece realmente el esfuerzo.
Los sentimientos nos proporcionan una imagen global de toda situación. Y, en el caso de que existan discrepancias entre nuestros valores y nuestros sentimientos, el resultado será una profunda inquietud en forma de culpabilidad, vergüenza, dudas, inquietud, remordimientos o similares. Y todo este ruido de fondo actúa a modo de niebla emocional que inspira sentimientos que pueden acabar saboteando todos nuestros esfuerzos.

Por el contrario, las decisiones que se ajustan a nuestra conciencia interna resultan estimulantes. Ya que, no solo nos hacen sentir que estamos haciendo lo correcto sino que impulsan la atención y la energía necesaria para conseguir lo que queremos.
De este modo, las personas que hacen a su sensación interna de lo que vale la pena minimizan el ruido emocional. Sin embargo, mucha gente considera por desgracia que no puede contar con sus valores en determinados círculos, algo que, por cierto, resulta inadmisible.
Porque el hecho de no tener en cuenta nuestros valores solo contribuye a separar la sensación colectiva de lo que nos motiva, haciendo que el dinero, por ejemplo, resulte más importante de lo que es en realidad.

Uno de los estímulos más poderosos para alentar nuestro interés es la sensación de propósito y pasión. Por esto, cuando surge la ocasión, las personas nos sentimos atraídas por aquello que nos proporciona un sentido, por aquello que compromete plenamente nuestro talento, nuestra energía y nuestra habilidad, algo que puede llevarnos a ir cambiando hasta encontrar aquello que mejor se adapte a lo que realmente nos importa.

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jueves, febrero 06, 2014

El Flujo de las Emociones

El trasfondo de nuestra vida emocional discurre de un modo parejo al flujo de nuestros pensamientos. En el fondo de nuestra conciencia siempre existe algún estado de ánimo aunque, por lo general, no nos percatemos de los sutiles estados de ánimo que fluyen mientras llevamos a cabo nuestra rutina cotidiana. Los sentimientos inadvertidos de tristeza o de alegría con que nos despertamos, la leve irritación que puede provocar el frustrante ir y venir a nuestro trabajo y, en suma, los cientos y hasta miles de pequeñas y grandes emociones que van y vienen con los altibajos de cada día.

La urgencia y la presión que caracterizan al mundo (laboral) actual hacen que nuestra mente se halle mucho más preocupada por la corriente de los pensamientos: planificando la próxima tarea, sumergiéndonos en la tarea que estemos haciendo, preocupándonos por las obligaciones que todavía no hemos concluido, etc. Así pues, para poder sensibilizarnos a este ruido subterráneo de estados de ánimo es necesaria una pausa mental, una pausa que rara vez nos permitimos. Nuestros sentimientos nos acompañan continuamente pero casi nunca nos damos cuenta de ellos sino que, por el contrario, solo nos percatamos de nuestras emociones cuando éstas se han desbordado. No obstante, si les prestáramos la debida atención podríamos llegar a experimentarlas cuando todavía son muy sutiles y no irrumpen descontroladamente.

El ritmo de la vida moderna nos deja poco tiempo para asimilar, reflexionar y reaccionar. Nuestros cuerpos funcionan a un ritmo más lento y, en consecuencia, necesitamos tiempo para poder ser introspectivos, pero o bien no disponemos de él o bien no sabemos buscarlo. Es como si nuestras emociones dispusieran de su propia agenda pero nuestras agitadas vidas no les dejaran espacio ni tiempo libre y se vieran obligadas a llevar una existencia subterránea. Y toda esta presión mental acaba sofocando esa voz interna que constituye la más segura brújula para navegar adecuadamente por el océano de la vida. Las personas incapaces de reconocer cuáles son sus sentimientos adolecen de una tremenda desventaja porque, en cierto modo, son unos analfabetos emocionales que ignoran un dominio de la realidad esencial para el éxito en todas las facetas de la vida, incluyendo, obviamente, el mundo laboral.

En ciertas personas, esta "sordera" emocional constituye una especie de olvido de los mensajes que nos manda nuestro cuerpo en forma, por ejemplo, de jaqueca crónica, dolor lumbar o ataques de ansiedad. En el otro extremo se hallan las personas aquejadas de alexitimina, término con el que los psiquíatras se refieren a quienes tienen una conciencia muy difusa de sus propios sentimientos, personas para las que el mundo exterior es mucho más claro y preciso que su propio universo interno. Para ellos no existe una distinción clara entre las emociones agradables y las desagradables y, en consecuencia, manifiestan una vida emocional muy limitada que suele caracterizarse por la ausencia de estados de ánimo positivos. Estas personas, en suma, no están en condiciones de apreciar los diferentes matices emocionales y son incapaces de hacer uso de sus sensaciones viscerales para guiar sus pensamientos y acciones.

Pero la conciencia de uno mismo es una habilidad que puede ser cultivada. Para ello hemos de establecer contacto con esa voz interior silenciosa y más profunda que son los sentimientos y que consiste, en suma, en tomarse el tiempo necesario para “no hacer nada”. En términos de productividad, “no hacer nada” no significa tan solo dejar de trabajar, sino dejar también de malgastar el tiempo con distracciones triviales como, por ejemplo, ver la televisión o, peor todavía, hacer alguna otra cosa mientras estamos viendo la televisión. “No hacer nada”, por el contrario, supone dejar provisionalmente de lado todas las tareas orientadas a la consecución de algún objetivo y hacer algo que nos permita abrir nuestras mentes a una sensibilidad más profunda y silenciosa.

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miércoles, febrero 05, 2014

Aprendizaje Inducido

El contacto con la naturaleza nos lleva a la calma, a la armonía, también se relaciona con el bienestar, porque los espacios naturales aumentan nuestro potencial de salud y de buen carácter así mismo nuestra capacidad de aprendizaje aumenta considerable mejorando el funcionamiento cognitivo, además de potenciar más la auto-disciplina y el control de los impulsos. Por el contrario, aquellas personas que no conviven con la naturaleza tienden a sufrir déficit de atención y síntomas de hiperactividad, trastornos de ansiedad y depresión.

No es de extrañar que grandes maestros desde Platón a Aristóteles aprovecharan los beneficios del contacto con la naturaleza para enseñar a sus alumnos e inducirlos en contacto con la naturaleza y la frecuencia Schumman de esta que se relaciona con la frecuencia de la ondas Alfa de la mente humana en el rango de 7.5 a13 Hz.
En esta frecuencia el ser humano se encuentra en un estado de relajación y tranquilidad y su aptitud hacia el aprendizaje y su capacidad para asimilar conceptos aumenta enormemente y es que el cerebro es la más potente de las computadoras y puede ser estimulada por diferentes medios, y llevada a ondas alfa, beta, theta, y delta.


Cuando el individuo entra en un estado de frecuencia vibracional entre los 7.5 y 13 Hz, éste está en la disposición de asimilación del aprendizaje máximo.
Si unimos a este estado inducido el aislamiento externo y la reproducción de datos e información de forma visual y auditiva podríamos aprovechar el máximo potencial de aprendizaje de un individuo.

Investigaciones recientes demuestran:
- El cerebro crece a causa del estímulo, ya sea natural o artificial
- El estímulo se traduce en una vibración eléctrica de frecuencia característica
- Es posible estimular artificialmente el cerebro mediante máquinas
- El cerebro se deja “arrastrar” por el estímulo, resonando con frecuencia igual a la de este
- Los estados de la mente presentan frecuencias de vibración eléctrica características
- Es posible reproducir los estados mentales, estimulando directa o indirectamente el cerebro, con la frecuencia de onda asociada a dicho estado

Lo anterior condujo a una revolución en el campo de las aplicaciones de esta técnica, ya que se puede interactuar directamente con la parte interior del individuo, sin invasión de su química corporal, produciendo efectos dramáticos al nivel de:
1. Incrementos del cociente intelectual (CI)
2. Supresión de ansiedad, depresión y fobias
3. Terminación de adicciones
4. Aprendizaje y súperaprendizaje
5. Mayor rendimiento pico en actividades mentales, físicas y de alta competencia
6. Estimulación de la creatividad.

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martes, febrero 04, 2014

La Cultura del Baño

La fascinación por la cultura del baño no es exclusiva de nuestra civilización. Culturas anteriores gozaron del placer lúdico, terapéutico y relajante que proporciona el agua, como lo documentan grabados e inscripciones anteriores a Cristo, pasando por la Grecia clásica y la antigua Roma, donde los baños cumplían una función higiénica y medicinal, además de convertirse en lugares de reunión y diversión.

La caída del imperio romano en el siglo VI d.C. significó no solo una gran pérdida cultural, sino también la destrucción de los hábitos higiénicos y termales.
Los árabes, por el contrario, revitalizaron la tradición termal y la pusieron de moda. Musulmanes y judíos usaban, como hoy, el agua para su higiene.

Durante la Edad Media, en la cristiandad decayó el uso del agua, ya que sus defensores y practicantes podían ser acusados de brujos. Existía un rechazo generalizado a cualquier tipo de baño. Por eso, aparecieron numerosas enfermedades por toda la Europa medieval.

Con el Renacimiento se volvió a difundir el uso del baño y el gusto por la limpieza y la higiene. Aparecieron las primeras publicaciones hídricas en Italia. El verdadero apogeo del uso del agua de forma terapéutica llegó gracias a Sebastián Kneipp, hacia finales del siglo XIX.

En la actualidad, nuestra sociedad del ocio utiliza el agua para el entretenimiento, la higiene y las terapias termales. Los tratamientos hídricos restauran la vitalidad, promueven la relajación, hidratan y retrasan el envejecimiento de la piel.

Hoy el baño es un lujo al alcance de cualquiera que puede convertirse en un momento divertido y saludable para nuestro cuerpo. Las sales minerales del Dr. Schüssler propician instantes de placer y relax después de un día agotador.
Se deja que se deshagan en el baño diez comprimidos en agua templada de la sal mineral elegida. Salir de la bañera sin aclararse y envolverse en un albornoz para dejar que la sal mineral penetre en el organismo a través de la piel.

Para potenciar la relajación y aliviar las vías respiratorias en caso de resfriado es un buen hábito añadir al baño caliente de la bañera 15ml (4 tapones) de Pinimenthol Aceite de baño, así se logrará un efecto termal; ya que es un combinado de aceites esenciales de eucalipto y hojas de pino que abren las vías respiratorias y despejan la nariz.
La duración del baño será de entre 10 y 20 minutos, durante cuatro días.

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lunes, febrero 03, 2014

Trascendiendo el Espacio y el Tiempo

La física newtoniana postulaba que siempre se dan series lineales de interacciones previsibles y repetibles. Como por ejemplo: si A + B = C, en tal caso C + D + E = F. Pero en el extraño mundo del modelo cuántico de la realidad, todo está intercomunicándose en un campo de información entretejido holísticamente que se encuentra en una dimensión superior más allá del espacio y el tiempo tal como nosotros los conocemos. ¡Caramba!
La física cuántica es tan difícil de entender entre otras razones porque durante años hemos tenido la costumbre de pensar basándonos en nuestros sentidos. Pero si evaluamos y confirmamos la realidad con nuestros sentidos, nos quedaremos atrapados en el paradigma newtoniano.
En su lugar, el modelo cuántico nos exige comprender la realidad sin basarnos en los sentidos (la física cuántica es un sinsentido). Cuando creamos una realidad futura con el modelo cuántico, nuestros sentidos son los últimos en enterarse de lo que la mente ha creado. Lo último que captamos es la respuesta sensorial. ¿Por qué?
El cuanto es una realidad multidimensional que existe más allá de nuestros sentidos, en el reino de lo sin cuerpo, sin espacio, sin tiempo.

Para entrar en esta esfera y crear algo desde este paradigma, debes olvidarte del cuerpo durante un rato. También debes dejar de fijarte en el mundo exterior, en todas las cosas con las que te identificas en tu vida. Tu pareja, tus hijos, tus bienes y tus problemas forman parte de esta identidad tuya, a través de todo ello te identificas con el mundo exterior. Y en último lugar, debes olvidarte del tiempo lineal. Es decir, en cuanto observes una posible experiencia futura, tienes que estar tan presente que tu mente ya no piense en los recuerdos del pasado ni en las expectativas de tu «rutina» futura.

¿No te parece irónico que para influir en tu realidad (entorno), sanar tu cuerpo o cambiar una situación del futuro (tiempo), tengas que dejar de aferrarte al mundo exterior (sin espacio), perder la conciencia corpórea (sin cuerpo)... y desconectar del tiempo (sin tiempo) para convertirte en conciencia pura?
Si lo logras, podrás controlar el entorno, el cuerpo y el tiempo. Y como el mundo subatómico del campo cuántico está hecho de conciencia, sólo puedes entrar en él con una conciencia pura. no puedes cruzar la puerta del campo cuántico como «alguien», debes entrar como «nadie».
Tu cerebro tiene la capacidad innata de aprender esta habilidad. Cuando comprendas que estás plenamente equipado para hacerlo, dejes atrás este mundo y entres en una nueva realidad más allá del espacio y el tiempo, te sentirás inspirado a aplicarla en tu vida.

El espacio y el tiempo son construcciones mentales que los humanos hemos creado para explicar fenómenos físicos que implican el lugar ocupado por los cuerpos y nuestra sensación de lo temporal. Cuando hablamos de un vaso que está encima de la mesa, nos referimos a él en términos del lugar (que ocupa en el espacio) y del tiempo que lleva ocupándolo. Los seres humanos estamos obsesionados con estos dos conceptos: dónde estamos, cuánto tiempo llevamos estando ahí, cuánto tiempo lo seguiremos estando, a dónde iremos después. Aunque no percibamos el tiempo, lo sentimos discurrir al igual que notamos el lugar que ocupamos en el espacio: «sentimos» los segundos, los minutos y las horas transcurriendo, al igual que sentimos nuestro cuerpo recostado en la silla y nuestros pies apoyados en el suelo.

En el campo cuántico, las posibilidades infinitas para materializar una realidad existen más allá del tiempo y el espacio porque una realidad potencial aún no existe. Si no existe, no ocupa un lugar en el espacio ni una posición en el tiempo. Cualquier cosa sin una existencia material existe más allá del espacio y el tiempo. Como el campo cuántico no es más que probabilidades inmateriales, está más allá del espacio y el tiempo. Pero en cuanto observamos una de estas posibilidades infinitas y la materializamos en nuestra realidad, adquiere estas dos características.

Lo que cambia nuestra vida de manera profunda y positiva es entender que cambiar nuestra mente —y tener, por lo tanto, nuevas experiencias y obtener nuevas percepciones— no es más que una cuestión de dejar el hábito de ser el mismo de siempre.
Cuando trasciendes tus sentidos, cuando entiendes que no estás limitado por las cadenas de tu pasado —cuando llevas una vida más allá del cuerpo, el entorno y el tiempo—, todo es posible. La inteligencia universal que anima todo cuanto existe te sorprenderá y deleitará. Lo único que desea es ofrecerte lo que tú quieres. Es decir, cuando cambias tu mente, cambia tu vida.

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miércoles, enero 29, 2014

La Muerte en el Mundo Moderno

A pesar de sus éxitos tecnológicos, la sociedad occidental carece de una verdadera comprensión de la muerte y de lo que ocurre durante la muerte y después de ella.
En nuestro mundo, a la gente se le enseña a negar la muerte, y se les enseña que no significa otra cosa que aniquilación y pérdida. Eso quiere decir que la mayor parte del mundo vive o bien negando la muerte o bien aterrorizado por ella. El mero hecho de hablar sobre la muerte se considera morboso, y muchas personas creen que el solo hecho de mencionarla es correr el riesgo de atraérsela.
Otros contemplan la muerte con un buen humor ingenuo irreflexivo, pensando que, por alguna causa desconocida, la muerte les irá bien y que no hay por qué preocuparse. Algunos piensan que morirse es algo que le pasa a todo el mundo; no es nada grave, es un hecho natural y que todo irá bien. Pero, esa es una teoría muy bonita hasta que llega el momento de la muerte. De estas dos actitudes hacia la muerte, una la considera algo de lo que hay que escabullirse y la otra algo que se resolverá por sí solo. ¡Qué lejos están las dos de comprender la verdadera importancia de la muerte!

Las grandes tradiciones espirituales del mundo, incluyendo por descontado el cristianismo, siempre han dicho claramente que la muerte no es el final. Todas transmiten la visión de alguna clase de vida venidera, que infunde un sentido sagrado a esta vida que estamos llevando ahora. Pero, a pesar de sus enseñanzas, la sociedad moderna es en gran medida un desierto espiritual en el que la mayor parte de la gente imagina que esta vida es lo único que existe. Carentes de toda fe auténtica en una vida posterior, son mayoría las personas que llevan una vida en último término desprovista de sentido.
Los desastrosos efectos de esta negación de la muerte van mucho más allá del individuo y afectan a todo el planeta. Debido a su creencia en que ésta es la única vida, la gente moderna no ha desarrollado una visión a largo plazo; en consecuencia, no hay nada que les impida devastar el planeta para sus propios fines inmediatos y vivir de una manera egoísta que podría resultar fatal para el futuro. La moderna sociedad industrial es una religión fanática. Estamos demoliendo, envenenando, destruyendo todos los sistemas vitales del planeta. Estamos firmando letras que nuestros hijos no podrán pagar... Nos comportamos como si fuéramos la última generación que va a vivir en el planeta.

El miedo a la muerte y el desconocimiento de la vida futura alimentan esta destrucción del medio ambiente que amenaza las vidas de todos. Por eso, ¿no es aún más preocupante que no se le enseñe a la gente qué es la muerte ni cómo morir? ¿O que no se les dé ninguna esperanza en lo que hay después de la muerte ni, por tanto, en lo que realmente hay detrás de la vida?
¿Podría resultar más irónico que los jóvenes sean tan cuidadosamente instruidos en todos los temas excepto en aquel que encierra la clave del sentido total de la vida, y acaso de nuestra misma supervivencia?
Si alguien cree en una vida después de ésta, toda su actitud ante la vida será distinta y tendrá un claro sentido de la moralidad y la responsabilidad personal.

Los países más ricos y poderosos del mundo desarrollado son como el reino de los dioses del que hablan las enseñanzas budistas. Se dice que los dioses viven en un lujo fabuloso, deleitándose en todos los placeres imaginables, sin conceder el menor pensamiento a la dimensión espiritual de la vida. Todo parece ir bien hasta que se acerca la muerte y aparecen inesperados signos de decadencia; entonces los cónyuges y amantes de los dioses ya no osan acercárseles, sino que les arrojan flores desde cierta distancia y rezan a la ligera para que vuelvan a renacer como dioses. Ni todos sus recuerdos de gozo y felicidad pueden protegerlos ahora del sufrimiento que afrontan; sólo sirven para volverlo más cruel. Así que a los dioses moribundos se les deja morir solos en su desdicha.
El destino de los dioses recuerda la forma en que se trata hoy a los ancianos, los enfermos y los moribundos. Nuestra sociedad está obsesionada por la juventud, el sexo y el poder.
¿No es aterrador que desechemos a los ancianos cuando termina su vida productiva y dejan de ser útiles? ¿No es inquietante que los llevemos a asilos donde mueren solos y abandonados? ¿No es hora ya de volver a examinar cómo tratamos en ocasiones a quienes padecen enfermedades terminales como el cáncer y el sida?
Aun cuando la persona que muere es alguien a quien conocemos o amamos, muchas veces comprobamos que no se nos da casi ninguna idea acerca de cómo asistirla y, tras su muerte, no se nos alienta a pensar en su futuro, en cómo va a continuar ni en cómo podemos seguir prestándole nuestra ayuda. De hecho, cualquier reflexión de este tipo corre el riesgo de ser desechada por absurda y ridícula.

Lo que todo esto nos muestra con dolorosa claridad es que ahora más que nunca necesitamos un cambio fundamental en nuestra actitud hacia la muerte y el morir.
las personas que se hallan a las puertas de la muerte necesitan amor y cuidados, pero también necesitan algo todavía más profundo. Necesitan descubrirle un sentido auténtico a la muerte y a la vida. Sin ello, ¿cómo podemos ofrecerles verdadero consuelo?
La ayuda a los moribundos, pues, ha de incluir la posibilidad de cuidados espirituales, ya que sólo con el conocimiento espiritual podemos afrontar realmente la muerte y comprenderla.

En otras ocasiones se ha llegado al extremo de buscarle un atractivo a la muerte, y se han visto casos trágicos de jóvenes que se suicidaron porque creían que la muerte era bella y que les permitiría escapar de la depresión que vivían. Pero igualmente se trivializa la muerte si se la teme y se rehúsa afrontarla, como si se la convierte en algo romántico. Tanto la desesperación como la euforia ante la muerte son formas de evasión. La muerte no es deprimente ni emocionante; es sencillamente un hecho de la vida.

Es muy triste que la mayoría solo empecemos a apreciar la vida cuando estamos a punto de morir. Como expresaba el gran maestro budista Padmasambhava: «Quienes creen que disponen de mucho tiempo, solo se preparan en el momento de la muerte. Entonces los desgarra el arrepentimiento. Pero, ¿no es ya demasiado tarde?».
¿Qué observación sobre el mundo moderno podría ser más escalofriante que la de que casi todos mueren sin estar preparados para la muerte, tal como han vivido sin estar preparados para la vida?

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martes, enero 28, 2014

El Umbral entre la Vida y la Muerte

Si algo funciona mal en nuestro cuerpo, queremos que lo arreglen. Si algo destructivo avanza en nuestro organismo, queremos detener la enfermedad. Acudimos a médicos y hospitales con la expectativa de que cuidarán de nuestro cuerpo. No esperamos que el alma también se vea involucrada. Sin embargo, una enfermedad mortal apela al alma, requiere recursos espirituales y puede ser una iniciación al reino espiritual que atañe al paciente y a quienquiera que se vea inmerso en el misterio que acompaña la posibilidad de morir. Cuando se vive en el límite –en el reino fronterizo entre la vida y la muerte-, se vive en un tiempo y lugar "liminal". Este vocablo proviene de la palabra latina que significa “umbral”. No es una palabra de uso cotidiano; la traigo a colación porque su sentido evoca la experiencia personal y la memoria colectiva de la humanidad, a la que todos tenemos acceso. Cuando participamos en algo que nos cambiará y alterará el modo en que los demás se relacionan con nosotros –como cuando nos casamos, nos alistamos en las fuerzas armadas o nos ordenamos sacerdotes, nos convertimos en médicos o superamos una experiencia traumática-, ésta es una experiencia liminal. Cuando en el nivel físico nos iniciamos en el conocimiento de algo que nos era ajeno –por ejemplo, a través del acto sexual o el embarazo-, cruzamos el umbral. Sin embargo, en ese momento, la toma de conciencia física, mística o espiritual de lo que está ocurriendo determina su significado como una experiencia del alma. Esto es lo que sucede con una enfermedad mortal, que de un modo semejante atañe al organismo y sin embargo puede afectarnos espiritualmente.

La enfermedad, sobre todo cuando existe la posibilidad de morir, nos hace dolorosamente conscientes de lo valiosa que es la propia vida y la vida en general. Se produce un cambio en las prioridades. Advertimos la verdad de lo que importa, quién importa y qué hemos hecho con nuestras vidas, y hemos de decidir qué hacemos ahora que lo sabemos. Las relaciones importantes se ponen a prueba y se fortalecen o se destruyen. Nos cuestionamos nuestras creencias espirituales y religiosas o la ausencia de las mismas. La enfermedad constituye una ordalía tanto para el cuerpo como para la mente, y un período que ha de concluir con su curación.

Hubo un tiempo, o eso parecía, en el que las enfermedades potencialmente fatales eran acontecimientos trágicos inesperados que les sobrevenían a los niños pequeños, y las enfermedades terminales eran fundamentalmente estados crónicos que afectaban a los mayores. Los exámenes médicos y las biopsias han hecho posible diagnosticar enfermedades mortales en una fase temprana y tratarlas agresivamente, de tal modo que los propios tratamientos invasivos suponen un riesgo para la salud y la vida. Ahora muchas personas corren el peligro de morir o quedar impedidas en su madurez. El sida y el cáncer reclaman a tantos en los primeros años de su vida adulta que muchos consideramos que la madurez es un campo de batalla en el que un gran número de individuos caen abatidos a nuestro alrededor; para los que trabajamos en profesiones relacionadas con la salud, el impacto de las cifras es aún más demoledor. Las enfermedades mortales nos golpean de cerca. Una de ellas puede amenazar a nuestra mujer, a nuestro amante, a nuestro hijo o hija, a uno de nuestros padres, a un amigo o a uno mismo.

Ser un paciente obediente y pasivo o el campo de batalla en el que los médicos la combaten contra el reducido grupo de personas que cuestionan la autoridad, ven la vida desde un punto de vista alternativo y comprenden que hay un vínculo entre el cuerpo y la mente. Tanto como paciente o como individuo que asume una responsabilidad y se encuentra emocionalmente ligado a éste, las decisiones que adoptemos o permitamos que otros adopten tendrán consecuencias de vida o muerte. Actuar con miedo o sin confianza, siguiendo los dictados de la intuición o ignorándola, hacer lo que sabemos que es adecuado aun cuando moleste a alguien; estas cuestiones vitales adquieren una inusitada relevancia cuando la muerte y la convalecencia dependen de nuestras decisiones. Además, si la medicina pierde la batalla por la curación, a menudo los doctores abandonan el terreno desahuciando al paciente, que en lo sucesivo es un recuerdo de la derrota.

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