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viernes, octubre 25, 2013
Nacimiento, Alcoholismo y Drogadiccion
Tanto los adictos a las drogas como los alcohólicos experimentan mucho dolor emocional, como depresión, tensión general, ansiedad, culpabilidad y baja autoestima, por lo que necesitan un modo de escapar de estas insoportables sensaciones.
La característica más básica de los alcohólicos y adictos, así como su motivación más profunda hacia las substancias tóxicas se debe al impulso imperante de volver a experimentar la sensación de unidad maravillosa que sintieron durante su maravillosa vida intrauterina. Las experiencias regresivas de estos dos estados simbióticos poseen dimensiones numinosas intrínsecas. La gran fuerza que se esconde tras el alcoholismo y la adicción es un imperioso anhelo de trascendencia mal encaminado. Lo mismo que con el suicidio, estos trastornos implican un trágico error en la interpretación de sus dinámicas inconscientes.
Un consumo excesivo de alcohol o narcóticos parece tener el mismo efecto sedante que el comportamiento suicida. Es más, en repetidas ocasiones se ha dicho que el alcoholismo y la drogadicción son formas lentas de suicidio. El principal mecanismo que opera en estos pacientes es el mismo que en los casos de suicidios no violentos. Refleja la necesidad inconsciente de deshacer el proceso del nacimiento y regresar al vientre materno, es decir, al estado que existía antes del inicio del parto. Por lo general, el alcohol y las drogas tienden a inhibir diversas emociones y sensaciones dolorosas. Producen un estado de conciencia difusa y cierta indiferencia respecto a los problemas y preocupaciones presentes o pasadas de uno. Esto también guarda cierta relación con la conciencia fetal y la experiencia de unidad cósmica.
Aunque, tal parecido no significa que sean idénticos por lo que existen diferencias fundamentales entre las intoxicaciones alcohólicas y narcóticas y los estados de trascendencia. El alcohol y las drogas aletargan los sentidos, ofuscan la conciencia, interfieren con las funciones intelectuales y producen amnesia emocional. Los estados trascendentales se caracterizan, por el contrario, por un realce de la percepción sensorial, una serenidad, claridad de pensamiento, una abundancia de compresiones filosóficas y espirituales, así como una riqueza emocional desacostumbrada. A pesar de las características que puedan tener en común, la intoxicación con el alcohol y las drogas duras no son más que una patética caricatura de los estados místicos. Bien es cierto que esos parecidos bastan para seducir a los adictos y llevarles hacia un abuso autodestructivo.
El nacimiento es el primer gran reto al que nos enfrentamos, además de ser una de las situaciones más dolorosas y estresantes. Una posible excepción a esta regla podrían constituirlo las situaciones de crisis muy graves durante la vida embrionaria. La extraordinaria influencia de los acontecimientos que suceden al principio de la vida y su posterior influencia en el comportamiento de las personas ha sido documentada repetidas veces mediante experimentos llevados a cabo por científicos dedicados al estudio del comportamiento instintivo animal, la llamada “impronta”.
La naturaleza de nuestro nacimiento, y la manera en que fue asistido, ejercen un poderoso impacto en nuestras futuras vidas. Si nuestro nacimiento fue de una duración media y salimos al mundo tras grandes esfuerzos, pero con éxito, entonces el nacimiento nos deja una sensación de optimismo y confianza en nosotros mismos con respecto a los desafíos venideros. Por el contrario, si el parto fue agotador y debilitador, creará en nosotros cierta impresión pesimista y fatalista. Nos marca con la impresión de que el mundo es complicado y con la sensación de que somos poco eficientes y estamos desesperados.
Si el dolor y las molestias asociadas con nuestro nacimiento son mitigados por la anestesia, esto dejará una impronta muy grande en nuestra psique. La impronta será que la manera de vencer las dificultades de la vida se basará en una actitud escapista a través de las drogas. Es muy posible que el actual abuso de drogas no sea una mera coincidencia, si observamos que implica a personas que nacieron justamente cuando los obstetras empezaron a administrar anestesia de forma rutinaria a las madres durante los partos. A partir de la aplicación de los descubrimientos de las terapias vivenciales y la investigación fetal a la práctica de nacimiento, los obstetras se están dando cuenta de que el nacimiento no solo es un acto mecánico del cuerpo.
La característica más básica de los alcohólicos y adictos, así como su motivación más profunda hacia las substancias tóxicas se debe al impulso imperante de volver a experimentar la sensación de unidad maravillosa que sintieron durante su maravillosa vida intrauterina. Las experiencias regresivas de estos dos estados simbióticos poseen dimensiones numinosas intrínsecas. La gran fuerza que se esconde tras el alcoholismo y la adicción es un imperioso anhelo de trascendencia mal encaminado. Lo mismo que con el suicidio, estos trastornos implican un trágico error en la interpretación de sus dinámicas inconscientes.
Un consumo excesivo de alcohol o narcóticos parece tener el mismo efecto sedante que el comportamiento suicida. Es más, en repetidas ocasiones se ha dicho que el alcoholismo y la drogadicción son formas lentas de suicidio. El principal mecanismo que opera en estos pacientes es el mismo que en los casos de suicidios no violentos. Refleja la necesidad inconsciente de deshacer el proceso del nacimiento y regresar al vientre materno, es decir, al estado que existía antes del inicio del parto. Por lo general, el alcohol y las drogas tienden a inhibir diversas emociones y sensaciones dolorosas. Producen un estado de conciencia difusa y cierta indiferencia respecto a los problemas y preocupaciones presentes o pasadas de uno. Esto también guarda cierta relación con la conciencia fetal y la experiencia de unidad cósmica.
Aunque, tal parecido no significa que sean idénticos por lo que existen diferencias fundamentales entre las intoxicaciones alcohólicas y narcóticas y los estados de trascendencia. El alcohol y las drogas aletargan los sentidos, ofuscan la conciencia, interfieren con las funciones intelectuales y producen amnesia emocional. Los estados trascendentales se caracterizan, por el contrario, por un realce de la percepción sensorial, una serenidad, claridad de pensamiento, una abundancia de compresiones filosóficas y espirituales, así como una riqueza emocional desacostumbrada. A pesar de las características que puedan tener en común, la intoxicación con el alcohol y las drogas duras no son más que una patética caricatura de los estados místicos. Bien es cierto que esos parecidos bastan para seducir a los adictos y llevarles hacia un abuso autodestructivo.
El nacimiento es el primer gran reto al que nos enfrentamos, además de ser una de las situaciones más dolorosas y estresantes. Una posible excepción a esta regla podrían constituirlo las situaciones de crisis muy graves durante la vida embrionaria. La extraordinaria influencia de los acontecimientos que suceden al principio de la vida y su posterior influencia en el comportamiento de las personas ha sido documentada repetidas veces mediante experimentos llevados a cabo por científicos dedicados al estudio del comportamiento instintivo animal, la llamada “impronta”.
La naturaleza de nuestro nacimiento, y la manera en que fue asistido, ejercen un poderoso impacto en nuestras futuras vidas. Si nuestro nacimiento fue de una duración media y salimos al mundo tras grandes esfuerzos, pero con éxito, entonces el nacimiento nos deja una sensación de optimismo y confianza en nosotros mismos con respecto a los desafíos venideros. Por el contrario, si el parto fue agotador y debilitador, creará en nosotros cierta impresión pesimista y fatalista. Nos marca con la impresión de que el mundo es complicado y con la sensación de que somos poco eficientes y estamos desesperados.
Si el dolor y las molestias asociadas con nuestro nacimiento son mitigados por la anestesia, esto dejará una impronta muy grande en nuestra psique. La impronta será que la manera de vencer las dificultades de la vida se basará en una actitud escapista a través de las drogas. Es muy posible que el actual abuso de drogas no sea una mera coincidencia, si observamos que implica a personas que nacieron justamente cuando los obstetras empezaron a administrar anestesia de forma rutinaria a las madres durante los partos. A partir de la aplicación de los descubrimientos de las terapias vivenciales y la investigación fetal a la práctica de nacimiento, los obstetras se están dando cuenta de que el nacimiento no solo es un acto mecánico del cuerpo.
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