La lucha es una actitud programada y perfectamente natural para muchas personas; con mucha frecuencia nos encontramos luchando sin ser conscientes de ello.
El primer paso para eliminar la lucha de tu vida consiste en identificar los patrones de lucha.
Los principales aspectos de tu vida que debes someter a examen son los siguientes:
1) Tu cuerpo físico.
2) Tu equilibrio emocional.
3) Tus relaciones.
4) Las circunstancias físicas de tu vida.
5) Tu situación financiera.
6) Tu actitud frente al mundo que te rodea.
7) Tu capacidad para manejar los conflictos.
8) Tu capacidad para superar el estrés.
9) Tu estado psicológico.
10) Tu equilibrio espiritual.
Si tu cuerpo es débil, se debe a un problema genético o a un desequilibrio que has creado tu mismo/a.
Si tu debilidad es hereditaria, puedes cambiar tu actitud y pasar del “pobre de mí” a un estado de fortaleza con sólo ser consciente de que tu debilidad es un don que te permite manifestar esta fortaleza a pesar de la situación.
Si tu debilidad no es hereditaria, cúrala. Si no, pon toda tu energía en sanar tu cuerpo para que deje de dominar tu vida.
Tu reacción ante una situación de carácter emocional expresa únicamente tu opinión al respecto, pero no necesariamente la verdad.
Entrénate para aumentar la capacidad de perdonarte a ti mismo/a, para sentir más desapego hacia ti y así comprenderás tu vida en un sentido ilimitado, infinito.
Calibra tu nivel de cólera emocional. Todos la padecemos en mayor o menor medida. Cuando la sientas surgir en tu interior, haz algo positivo para librarte de ella al instante.
Normalmente, la comunicación es de gran ayuda. Evita así mismo los conflictos. Ten presente que sólo el loco se empecina en luchar; el hombre sabio se retira. Si una situación se hace insostenible o no puedes cambiarla, aléjate de ella.
Por medio de nuestras relaciones aprendemos a conocernos a nosotros mismos, pues las personas que nos rodean reflejan lo que somos.
Si tus relaciones te obligan a luchar, pregúntate porqué. ¿Qué opinión tienes de ti mismo/a o de esa relación que impide que todo se desarrolle como desearías? ¿A qué estás tratando de enfrentarte? ¿En qué medida das y aceptas recibir? ¿Estás permitiendo que te hagan daño? Y, en caso afirmativo, ¿Te parece bien o quisieras cambiar esta situación?
¿Te enriquecen las circunstancias de tu vida? ¿Te sirven de ayuda? ¿O acaso, estás a merced de ellas? Si este es el caso, ¿Qué piensas hacer al respecto? Por ejemplo, ¿acaso, la limpieza y el cuidado de tu hogar te exige un esfuerzo tan excesivo que no se corresponde con la satisfacción que obtienes de él?
En este aspecto, la cuestión no consiste en preguntarse, ¿Tengo suficiente dinero?, sino ¿Tengo mi vida satisfecha y equilibrada con el dinero que poseo? Si la respuesta es “no”, seguramente te encontrarás luchando por mantener el nivel de vida que tu ego/personalidad considera necesario para vivir, pero que quizá no puedes mantener con la energía que posees.
Tu vida, tu evolución es asunto tuyo; lo que hagan los demás es asunto de cada uno de ellos. Si dejas que el mundo te influencie, en realidad estás diciendo: “No tomo mis propias decisiones, me limito a dar una respuesta pauloviana como reacción ante cualquier cosa que afecte mis emociones”.
Si decides que el mundo siga su camino y centras tu atención en ti mismo, te sentirás feliz y libre al instante.
Los conflictos no son sino meras diferencias de opinión.
¿Luchas por convencer a los demás de que tu opinión es la correcta? Y si estás en lo cierto, ¿qué más da? Es una estupidez tratar de obtener una victoria moral a costa de la propia cordura.
En un mundo superpoblado como el nuestro y con todas las obligaciones que nos echamos encima, padecer estrés es algo normal. ¿Cómo reaccionas ante el estrés, de forma emocional o fríamente? ¿Sabes cómo combatirlo?
No es necesario volverse loco/a para vivir con alegría y sentir hasta que punto es divertida la vida.
Si tu estado psicológico te produce angustia, una de dos, o es un efecto secundario de tu estado físico o se trata, una vez más, de una cuestión de opiniones. ¿En qué medida responde tu situación a una u otra causa?
El estado de equilibrio es natural. Cada vez que te ves obligado/a a forzar las cosas para que suceda algo que deseas, el esfuerzo te produce un desequilibrio. ¿Hasta qué punto te mantienes en la corriente de la vida y hasta qué punto tienes que esforzarte para avanzar?
La diferencia entre una persona espiritual y otra menos evolucionada consiste en que la primera es real. Vive en la verdad de su yo interior, lo que llamamos el Yo Superior. No juega a juegos absurdos, no necesita inventar excusas. Puede decir con toda convicción “Soy lo que soy”. Es consciente de que no lo sabe todo ni es perfecto, pero es feliz tal como es, porque es impecable.
Como el ser humano en general es débil, tiende a fingir y representa un personaje que no se corresponde con sus circunstancias personales, no es verdadero. Por ello, se esfuerza en mantener una doble existencia. Una corresponde a lo que el ego le dicta y la otra a lo que realmente es. A menudo, esta doble existencia se encuentra tan profundamente implantada en su mente que no comprende lo que su Ser Superior le dice y acaba por considerar real el personaje que interpreta, y se ve obligado a luchar para mantenerlo vivo. Los esfuerzos que realiza y su propio estilo de vida alcanzan tal grado de fragmentación que conseguir cualquier cosa que desean supone un trabajo osado y doloroso
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