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CIENCIAS ETERNAS


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martes, febrero 10, 2015

La Importancia de la Respiracion en la Manera de Vivir

Aprendemos a respirar al nacer. Las personas presentes durante nuestro nacimiento, médicos, enfermeras, parientes, etc. nos enseñan a respirar, aunque raramente comprenden lo que están haciendo.

Ya que el nacimiento es un hecho radical, cargado de energía emotiva, la calidad de nuestras primeras respiraciones es de una importancia crucial.
Pasamos por nuestras primeras experiencias tensas, sobrevivimos a ellas y establecemos desde los primeros instantes de nuestra vida un determinado tipo de relación con la energía, la respiración y lo que sentimos.
En el mejor de los casos, nacer es un hecho profundamente traumático. Después de pasar nueve meses en un paraíso húmedo y caliente, nos vemos lanzados de improviso a un mundo desconocido.
La misma matriz que nos alimentaba y protegía de forma maravillosa, empieza a expulsarnos. Nos vemos impulsados a realizar un esfuerzo largo, arduo, terrorífico; una auténtica lucha por la supervivencia.
Nuestro cuerpo padece un tremendo dolor en cada oleada de contracciones. También nuestra psique sufre, puesto que nos arrojan fuera del único mundo que conocemos y nos cortan, también, nuestras fuentes de alimentación; en definitiva toda una expulsión del Jardín del Edén. Pocas cosas, en nuestra vida de adultos, pueden compararse a esta experiencia.
Es la más terrible prueba de la vida y las respuestas que encontramos son respuestas que damos a todas las experiencias futuras; las lecciones que recibimos al nacer son los cimientos de nuestra forma de vivir y de nuestra filosofía de la vida.

Aunque en la niñez estamos poco desarrollados y privados del lenguaje, somos ya seres de grandes facultades mentales y emocionales. Vemos, oímos, tocamos, olemos y saboreamos; nos formamos ideas del mundo a partir de la propia experiencia; desarrollamos un tipo de comportamiento y unas preferencias; aprendemos a confiar y a desconfiar, a temer y a no temer, a amar y a no amar.
Somos plenamente conscientes del mundo que nos rodea y experimentamos como seres humanos únicos de acuerdo con la naturaleza de nuestras experiencias.
La ciencia piensa que el recién nacido no se siente afectado por las circunstancias de su nacimiento. Esta creencia tiene trágicas consecuencias, pues de ella depende el trato que esa criatura recibe.
Afortunadamente, en ciertos ambientes científicos se empieza a investigar que el recién nacido es consciente, inteligente, impresionable y capaz de ofrecer respuestas. Es más, el recién nacido es hiperconsciente, pues posee mayor consciencia de su entorno en las primeras horas posteriores a su nacimiento de la que jamás experimentará a lo largo de toda su vida.

Ya que el mundo dista mucho de ser perfecto, el recién nacido experimenta todo tipo de acontecimientos desagradables, malos, no deseados. Sin embargo, su capacidad para elaborar respuestas ante ellos es limitada, de modo que hace lo único que sabe: constreñir la respiración y reprimirse respecto a la fuente de su sufrimiento. Se desconecta a todos los niveles y se retrae intensamente del mundo que lo produce.
Aunque rompa a llorar para respirar intensamente, relajar la energía contenida a causa del dolor y demandar la atención y el cuidado de un adulto, ya ha experimentado la contracción durante el momento doloroso. Y aunque, al llorar esté resolviendo ese sufrimiento, en muchas ocasiones esa respuesta no le valdrá de nada o sólo servirá para empeorar las cosas y aumentar el dolor y la contracción.
La contracción de la respiración/energía, en el caso del niño, ante la presencia del dolor es una respuesta sana, inteligente e innata. Es adecuada y crucial para su supervivencia.
Si tiene adultos que entienden estos mecanismos de respuesta y saben la forma de estimular y resolver las energías contraídas, superará el dolor y le servirá de sano aprendizaje para su vida futura. Si no encuentra semejante ayuda, retendrá la energía contraída como parte de su experiencia.
La fijación de esa energía contraída le afectará a todos los niveles y llegará a ser una parte vital de la definición de su personalidad; un patrón de energía a través del cual experimentará el mundo y organizará sus respuestas a los acontecimientos futuros.

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