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CIENCIAS ETERNAS


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lunes, octubre 28, 2019

La Primera Iniciacion

Cuando entramos en contacto con el mundo, simultáneamente se forma una imagen de nosotros mismos. Estamos apegados a esa imagen de tal manera que la confundimos con nosotros mismos y buscamos afirmarla y protegerla. Somos esclavos de esa imagen; y como estamos tan apegados a ella y absorbidos por sus reacciones, no tenemos ya atención disponible para saber que somos algo diferente.

Tal como somos, no reconocemos nada mas allá de nosotros mismos, ni afuera ni en nosotros... En teoría tal vez, pero no en la realidad. De manera que no tenemos una referencia con la cual medirnos y vivimos únicamente de acuerdo con los «me gusta» o «no me gusta». Solo nos apreciamos a nosotros mismos y vivimos pasivamente según lo que nos agrada. Esa apreciación de nuestro yo nos ciega. Es el mayor obstáculo para una vida nueva. La primera exigencia para un trabajo en dirección a la conciencia de sí es cambiar esa apreciación, lo cual solo puede suceder si vemos en nosotros mismos algo que antes no habíamos visto. Y para ver tenemos que aprender a ver. Esa es la primera iniciación a la conciencia de ser.

Intentamos vernos tal como somos en un estado de identificación; intentamos experimentarnos como somos cuando estamos identificados. Necesitamos conocer la enorme dimensión de la fuerza que está detrás de la identificación y de su movimiento irresistible. Esa fuerza que nos sostiene en la vida no quiere el recuerdo de sí. Ella nos arrastra hacia la manifestación y rechaza el movimiento hacia el interior.

Al vernos en la identificación vemos que estamos en la vida. Pero si recordamos nuestras posibilidades más altas, nos perdemos y rechazamos lo que somos en la vida. Ese rechazo nos impide conocerla. Hay que ser astutos para atraparnos sin cambiar nada, sin cambiar nuestro deseo de manifestarnos. Necesitamos vernos como una máquina arrastrada por todos los procesos que aparecen: los pensamientos, los deseos, los movimientos. Necesitamos conocernos como autómatas, estar presente cuando funcionamos automáticamente. ¿Quiénes somos en la vida? Tenemos que experimentarlo y tener una impresión de ella más consciente.

Para hacer frente a la fuerza de la identificación, tiene que haber algo presente, algo que presencie, una atención estable, libre, que aspire a otro nivel. Ese esfuerzo proviene de algo que no forma parte de nuestros medios ordinarios. Necesitamos de cierta voluntad y de un deseo que nuestra personalidad ordinaria no conoce. El yo ordinario debe ceder su puesto. A fuerza de mantener la atención y no olvidarnos de mirar, tal vez un día podremos ver. Si vemos una vez, podremos ver una segunda vez, y si esto se repite, ya no seremos capaces de no ver.

Para observar, tenemos que luchar. Nuestra naturaleza ordinaria rechaza la observación de uno mismo. Necesitamos preparar, organizar nuestra lucha contra el obstáculo, retirarnos un poco de la identificación ─hablar, imaginar, expresar emociones negativas─ para poder observar. Una lucha consciente exige una elección y una aceptación. No es nuestro estado el que debe dictar esa elección. Debemos elegir la lucha por estar presente y aceptar que el sufrimiento aparecerá. No hay lucha sin sufrimiento. La lucha es inaceptable para nuestra naturaleza inferior. Eso la perturba. Por eso es tan importante recordar lo que uno quiere: el sentido de nuestro trabajo y de nuestra Presencia. Si nos negamos a satisfacer un hábito, por ejemplo de comer o de sentarnos de una cierta manera, no estamos luchando para cambiar ese hábito. Y cuando tratamos de no expresar las emociones negativas, no estamos luchando en contra de las emociones mismas, o para destruir su expresión. Es una lucha contra nuestra identificación, de forma que la energía, que de otra manera se desperdiciaría, sirva al trabajo. No luchamos contra algo. Luchamos por algo.

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