Si nos observamos, podemos apreciar que el ritmo de la respiración cambia en función de la actividad que estemos realizando (si estamos concentrados, o más o menos agitados, por ejemplo).
Perdemos la capacidad de respirar con la que nacemos, y sólo utilizamos una pequeña parte de nuestro potencial. Esa capacidad la perdemos por varios motivos: estrés, ansiedad, miedo, autoexigencia.
Una respiración deficiente o superficial, también, deteriora el organismo, del mismo modo que nuestro ánimo y nuestros procesos mentales o psicológicos influyen en nuestro modo de respirar; la respiración influye en nuestro modo de estar en el mundo.
El control de la respiración es una fuente de salud. En muchas disciplinas orientales se recoge esta influencia entre respiración y salud, y se trabaja con la respiración para lograr el máximo beneficio de los ejercicios.
Sivananda, uno de los maestros de yoga más conocidos en occidente, decía: "Con la respiración el cuerpo se vuelve más fuerte y sano; el exceso de grasa desaparece, el rostro resplandece, los ojos centellean y un encanto particular se desprende de toda persona".
La respiración es un puente entre lo físico, lo emocional y lo mental. Cuando se respira de forma profunda y completa, se puede conseguir un estado de gran relajación.
- Se elimina tensión muscular.
- Se aporta una mayor cantidad de oxígeno a la sangre y a los órganos.
- La mente se vuelve más clara y despejada.
Los procesos físicos, mentales y emocionales están implicados en la respiración. Es imposible disociarlos, pero sí es posible aprender a controlar la respiración para controlar nuestra salud.
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