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martes, marzo 22, 2016
Desarrollo Emocional del Niño Intrauterino
Los orígenes de la conciencia humana, la formación y el desarrollo del niño intrauterino y del recién nacido, pero principalmente el modelado de la mente humana, de la forma en que nos convertimos en quienes somos, se basa en el descubrimiento de que el niño no nacido es un ser consciente, que siente y recuerda, y, puesto que existe, lo que le ocurre ─lo que nos ocurre a todos nosotros─ en los nueve meses que van desde la concepción al nacimiento moldea y forma la personalidad, los impulsos y las ambiciones de manera significativa.
Esta comprensión nos lleva más allá de lo que creemos saber sobre el desarrollo emocional del niño intrauterino. Aunque, en un sentido científico, esto es sumamente estimulante, aun lo es más la forma en que profundiza y enriquece el significado y la importancia del hecho de ser padres, sobre todo madres. El aspecto más gratificante consiste en lo que revelan sobre la gestante y el papel que ésta desempeña formando y guiando la personalidad de su hijo no nacido. Sus herramientas son sus pensamientos y sentimientos, y con ellos tiene la posibilidad de crear un ser humano favorecido con más ventajas de las que anteriormente se consideraban posibles.
Hay muchos factores en juego en la formación de una nueva vida. Los pensamientos y sentimientos maternos son solo un elemento de esa combinación; pero lo que los singulariza es que, a diferencia de unas características dadas, como la herencia genética, son controlables. Una mujer puede convertirlos en una fuerza tan positiva como desee. Dudas, ambivalencias y ansiedades ocasionales son aspectos normales en cualquier embarazo que pueden contribuir realmente al desarrollo del niño intrauterino; sin embargo, ahora sabemos que una futura madre dispone de otro modo de influir activamente y para bien en el desarrollo emocional de su bebé.
Esta comprensión es consecuencia de otros descubrimientos anteriores. A finales de los años sesenta se descubrió un sistema postnatal de comunicación madre-hijo denominado vínculo. Los nuevos descubrimientos son una prolongación lógica de ese descubrimiento previo, dado que hace retroceder un paso el sistema de comunicación situándolo en el útero. Desde el punto de vista médico puede decirse prácticamente lo mismo: si se tiene en cuenta lo que se ha aprendido en los últimos tiempos acerca de las consecuencias que la dieta y la ingesta de alcohol y drogas por parte de la madre tienen en el niño no nacido, y también sobre el papel que desempeñan las emociones en la enfermedad y la salud, se deduce que los pensamientos y sentimientos de la madre tienen un efecto potencialmente benéfico en su hijo antes de nacer.
También cobra sentido el papel del padre durante el embarazo. Durante éste, la relación con un hombre cariñoso y sensible proporciona a la mujer un sistema de apoyo emocional constante. Así como se había excluido rudamente al hombre, ahora se ha redescubierto lo importante que son la seguridad y el nutrimento emocionales para la mujer y su hijo no nacido, pudiendo aquél volver a ocupar el legítimo lugar que le corresponde en el embarazo.
Esta comprensión nos lleva más allá de lo que creemos saber sobre el desarrollo emocional del niño intrauterino. Aunque, en un sentido científico, esto es sumamente estimulante, aun lo es más la forma en que profundiza y enriquece el significado y la importancia del hecho de ser padres, sobre todo madres. El aspecto más gratificante consiste en lo que revelan sobre la gestante y el papel que ésta desempeña formando y guiando la personalidad de su hijo no nacido. Sus herramientas son sus pensamientos y sentimientos, y con ellos tiene la posibilidad de crear un ser humano favorecido con más ventajas de las que anteriormente se consideraban posibles.
Hay muchos factores en juego en la formación de una nueva vida. Los pensamientos y sentimientos maternos son solo un elemento de esa combinación; pero lo que los singulariza es que, a diferencia de unas características dadas, como la herencia genética, son controlables. Una mujer puede convertirlos en una fuerza tan positiva como desee. Dudas, ambivalencias y ansiedades ocasionales son aspectos normales en cualquier embarazo que pueden contribuir realmente al desarrollo del niño intrauterino; sin embargo, ahora sabemos que una futura madre dispone de otro modo de influir activamente y para bien en el desarrollo emocional de su bebé.
Esta comprensión es consecuencia de otros descubrimientos anteriores. A finales de los años sesenta se descubrió un sistema postnatal de comunicación madre-hijo denominado vínculo. Los nuevos descubrimientos son una prolongación lógica de ese descubrimiento previo, dado que hace retroceder un paso el sistema de comunicación situándolo en el útero. Desde el punto de vista médico puede decirse prácticamente lo mismo: si se tiene en cuenta lo que se ha aprendido en los últimos tiempos acerca de las consecuencias que la dieta y la ingesta de alcohol y drogas por parte de la madre tienen en el niño no nacido, y también sobre el papel que desempeñan las emociones en la enfermedad y la salud, se deduce que los pensamientos y sentimientos de la madre tienen un efecto potencialmente benéfico en su hijo antes de nacer.
También cobra sentido el papel del padre durante el embarazo. Durante éste, la relación con un hombre cariñoso y sensible proporciona a la mujer un sistema de apoyo emocional constante. Así como se había excluido rudamente al hombre, ahora se ha redescubierto lo importante que son la seguridad y el nutrimento emocionales para la mujer y su hijo no nacido, pudiendo aquél volver a ocupar el legítimo lugar que le corresponde en el embarazo.
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