Si tuviera que decir que existe una mínima posibilidad de elegir el contexto de las leyes dadas, así sea propiciada por el azar o por la necesidad, ¿acaso no está en cómo respondo en el camino, sino en la calidad de mi participación en todo lo que me es dado por medio de la experiencia inmediata de mi vida?
En este punto es importante aclarar que mi capacidad de responder en forma auténtica no la puedo encontrar en las respuestas formales que mi mente programada nunca cesa de producir. Esta capacidad se encuentra más allá. Es un acto intencional de conocimiento que tiene una capacidad singular de libertad, ya que puedo trascender mis condicionamientos “convencionales”. Esta respuesta primaria y libre es mi atención.
Mi atención, una respuesta propia y fundamental a mi existencia es ambas cosas: mi respuesta y aquello de lo que puedo ser responsable. Es una apertura al igual que un compromiso, es estar presente a lo que es, es hic et nunc mi participación en la realidad del ser. Al surgir como un acto básico del conocimiento a través del ser real, mi atención me despierta simultáneamente a mí mismo y al mundo. Todo lo demás, es decir, todas las otras respuestas formales, todos mis comportamientos, todas mis manifestaciones externas surgen, por así decirlo, independientemente y su calidad depende de la calidad de mi atención.
La idea de la calidad de la atención no es muy familiar, como tampoco la idea de los diferentes niveles de atención. Sin embargo esto requiere una elaboración que no podemos hacer en este momento. Digamos solamente que nuestra atención es mucho más de lo que generalmente pensamos. Es mucho más que un simple mecanismo mental o cerebral. Concierne a la totalidad de nuestro ser. Si estamos lejos de realizar su potencialidades en nuestra vida ordinaria, quizás se debe a que no la reconocemos como una clave multidimensional y como el principio unificador de nuestro ser.”
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