CENTRO FÉNIX DE NATUROPATÍA
México - Tel. 2291 185 281
España - Tels. 680 53 75 56 - 965 78 63 38


Hola ! ! !

Más allá de las limitaciones impuestas por la percepción,
existe la certeza de ser lo que nunca perdimos.
El conocimiento de la conciencia de ser
es la única Libertad que tenemos.
Adelante, están invitados.

Bienvenid@s !!!

CIENCIAS ETERNAS


Algunas de las Imágenes que aparecen en este Blog, han sido sacadas de Internet.
Si alguien tiene derechos y quiere que no salgan en este espacio,
nos lo hacen saber y serán retiradas inmediatamente.




domingo, septiembre 29, 2019

No Nos Conocemos

Necesitamos saber quiénes somos. Si no lo sabemos, ¿qué sentido tiene la vida? ¿Qué va a responder en nosotros a la vida? Entonces, debemos tratar de responder. Nuestro raciocinio trata de responder. Nos aporta sugerencias sobre lo que somos: seres humanos que pueden esto, que han hecho eso, que poseen aquello. Ofrece posibilidades de todo lo que conoce. Pero la razón no nos conoce, no conoce lo que somos en este momento. Y nuestro sentimiento ¿puede responder? Entre todos nuestros centros es él quien podría responder mejor, pero no está libre. Está al servicio del que quiere ser el más fuerte, el más grande, el más poderoso y que sufre todo el tiempo por no ser el primero. Entonces no se atreve, tiene miedo, duda. ¿Cómo puede saber? Ciertamente hay una sensación, la sensación del cuerpo. Pero, ¿el cuerpo «es uno mismo»?
De hecho, no nos conocemos. No sabemos lo que somos. No conocemos ni nuestras posibilidades ni nuestras limitaciones. Existimos y, sin embargo, no sabemos cómo es que existimos. Creemos afirmar nuestra propia existencia y dirigirla en una dirección determinada. Pero respondemos a la vida emocional o intelectual o físicamente.


Nunca somos nosotros quienes respondemos. Creemos que podemos hacer, cuando en realidad «somos accionados», movidos por fuerzas de las que nada sabemos. Todo ocurre en nosotros. Todo sucede. Los hilos son jalados sin que nos demos cuenta. No vemos que somos como marionetas, como máquinas puestas en movimiento por fuerzas exteriores.
Al mismo tiempo, podemos ver que nuestra vida transcurre como si fuera la vida de otro. Podemos ver que nos agitamos, esperamos, nos lamentamos, tenemos miedo, nos aburrimos, sin que nos sintamos participar en ello. La mayor parte del tiempo podemos darnos cuenta a posteriori de que es uno mismo quien ha hecho esto o ha dicho aquello. Actuamos antes de darnos cuenta de ello. Es como si nuestra vida se desenvolviese sin participar conscientemente de ella.
Se desenvuelve mientras estamos dormidos. De vez en cuando, los sobresaltos o los conflictos nos despiertan por un instante. En medio de la ira, o de un dolor, o de un peligro, y abrimos los ojos: «¡Fíjate: soy yo, aquí, en esta situación, viviendo esto!» Pero después del conflicto nos volvemos a dormir y puede pasar mucho tiempo hasta que un nuevo suceso nos despierte.

Podemos comenzar a ver la verdad de que no somos quien creíamos ser. Somos seres dormidos. Un ser que no tiene conciencia de sí mismo. En ese estado de sueño, confundimos el intelecto, el pensamiento que funciona independientemente de la emoción, con la inteligencia que incluye la capacidad de sentir lo que uno razona. Nuestras funciones ─nuestro pensamiento, nuestras emociones y nuestros movimientos─ trabajan sin dirección, a merced de los conflictos accidentales y de los hábitos. Es el estado de ser más bajo en el que pueda encontrarse el hombre. Vivimos en nuestro mundo estrecho, subjetivo, limitado, dirigido por nuestras asociaciones, que vienen de todas nuestras impresiones subjetivas. Es nuestra cárcel, a la que siempre volvemos.
La búsqueda del yo empieza con la pregunta «¿dónde estoy?» Debemos sentir la ausencia habitual del yo. Debemos conocer la sensación de vacío, de mentira, que afirma siempre una imagen de uno mismo: el falso yo. Uno tiene la costumbre de decir «yo» sin creer realmente en ello. De hecho, no hay nada más en lo que uno pueda creer. El querer ser nos empuja a decir «yo». Está detrás de todas nuestras manifestaciones. Pero no es consciente. Habitualmente buscamos la convicción de nuestra Presencia en la actitud de los demás hacia uno mismo. Si nos niegan, dudamos de nosotros. Si nos aceptan, creemos en nosotros mismos.
¿Somos realmente esa imagen que afirmamos?. ¿No hay un Yo real que pueda estar presente? Necesitamos una experiencia directa del conocimiento de uno mismo. Primero tenemos que ver los obstáculos que se interponen como una pantalla. Necesitamos ver qué creamos en la mente, nuestro pensamiento. Creemos que eso somos nosotros. Queremos saber, hemos leído, hemos escuchado. Todo eso es la expresión de nuestro yo ordinario, de nuestro ego. Eso nos impide abrirnos a la conciencia, ver «lo que es» y lo que «yo somos».
Nuestro esfuerzo no puede ser impuesto. Uno tiene miedo del vacío, miedo de no ser nada. Entonces, uno se esfuerza por ser diferente. Pero ese esfuerzo ¿quién lo hace? Debemos ver que también eso viene del yo ordinario. Toda imposición viene del ego. ¿Podría no seguir siendo engañados por la imagen o el ideal impuesto por el pensamiento?
Necesitamos aceptar el vacío, aceptar no ser nada, aceptar «lo que es». Es en ese estado donde aparece la posibilidad de una nueva percepción.

No hay comentarios: