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CIENCIAS ETERNAS


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sábado, septiembre 28, 2019

La Fuerza de la Vida

El hombre sigue siendo un misterio para sí mismo. Siente nostalgia de lo duradero, de la permanencia, de lo absoluto; ya que todo lo que constituye su vida es temporal, efímero, limitado. Aspira a un mundo que le sobrepasa, aunque presiente que le podría ser dado participar en él. El hombre busca una idea, una inspiración, que podría ayudarlo a moverse en esa dirección. Esa idea surge en él como una pregunta: «¿Quién soy yo?» ... «¿Quién soy yo en este mundo?» Si esas preguntas llegan a ser suficientemente vivas, puede dirigir su vida. Él no puede responderlas. No sabe con qué responder. No tiene ningún conocimiento propio que le permita enfrentar esas preguntas. Pero siente que tiene que atenderlas. Se pregunta lo que él es. Ese es el primer cambio en el camino. Quiere abrir los ojos. Quiere despertar.


Uno quiere vivir, estar en la vida. Desde el nacimiento, algo en nosotros busca afirmarse en el mundo exterior. Uno quiere devorar el mundo. No quiero ser devorado. Quiere ser siempre el primero, y muy pronto encuentra la resistencia del mundo. A partir de ahí, ese impulso fundamental de autoafirmación asume formas muy curiosas; por ejemplo, la autocompasión o la negación a manifestarse.
Queremos vivir; estar de acuerdo con la vida. Hacemos esfuerzos para vivir y esa misma fuerza mantiene la vida del cuerpo. Queremos algo y cuando ese deseo aparece, esa fuerza está aquí. Nos empuja hacia la manifestación. A lo largo de la vida, en todo lo que hacemos, buscamos afirmar esa fuerza. Todos los actos, por pequeños que sean, son una afirmación. Detrás de cada afirmación sin duda hay algo verdadero. Esa fuerza en nosotros es irreprimible.
Sin embargo, no sabemos sobre qué se apoya la afirmación. Creemos estar afirmándonos a nosotros mismos y estamos identificados con esa fuerza. Pero ella no es nuestra, aunque este en nosotros. Al afirmarla como propia, no nos separamos de ella, pero al querer atribuirnos su poder, interrumpimos su acción. De esa manera, creamos hechos que nos retienen en un mundo privado de la acción de esa fuerza. Y nuestro yo se hace pesado e inerte.

Necesitamos ver lo insignificantes que somos respecto a la fuerza de vida. Siempre queremos poseer. El niño quiere tener. El adulto quiere ser. Ese deseo constante de tener crea el miedo y la necesidad de ser reconfortado. Algo necesita crecer y ser, algo que relaciona el Todo con una fuerza superior.
Solo hay una fuente de energía. Desde que nuestra energía es llamada hacia una dirección u otra, aparece una fuerza. La fuerza es una energía en movimiento. Toma direcciones diferentes, pero la fuente es la misma. La fuerza de vida, la fuerza de la manifestación siempre está en movimiento. Debe fluir. Estamos completamente despojados y somos arrastrados por ella, y siempre lo estaremos si no nos volvemos hacia otra parte de nosotros mismos.

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