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viernes, noviembre 06, 2020

Personalidad Codiciosa

La codicia, como la define el neurobiólogo Ignacio Morgado en su libro “Emociones corrosivas”, es un afán excesivo de dinero y riquezas (productos lujosos). Pero también se puede codiciar el éxito social, poder, sexo, protagonismo, etc. El abanico de la codicia es amplio y generoso. A esta emoción corrosiva han acudido los grandes pensadores para referirse a ella.
“En el mundo hay todo lo necesario para satisfacer las necesidades del hombre, pero no lo suficiente para satisfacer su codicia.” Mahatma Gandhi

“La riqueza material es como el agua salada, pues cuanto más se bebe más sed da”. Para el codicioso, “suficiente, nunca es suficiente”. Esto explica que la codicia esté detrás de casi todo lo malo que conocemos. La codicia es la madre de la corrupción.

La codicia según las religiones
Para la religión católica se trata de un pecado capital, madre de todos los demás pecados, raíz de todos los males. En el islam, está prohibida, directamente. En el budismo es uno de los tres venenos que crea el karma malo. Los budistas creen que la codicia está basada en una errada conexión de lo material con la felicidad.

La personalidad del codicioso es un cóctel explosivo
Por su espíritu socialmente competitivo, el codicioso está motivado a conseguir cosas a expensas de los demás y a su deseo de tener más se une la frustración por no conseguirlo. Es egoista y siente envidia al comparar lo que tiene con lo que tienen otros. No es de extrañar que con todo esto el codicioso suela sentirse insatisfecho con su vida al tener casi siempre la sensación de no poder controlarla y que tenga comportamientos irracionales, sobre todo cuando sus deseos no se cumplen.
Algo a favor de nuestro personaje. Puede disfrutar de su riqueza, se la gasta, e incluso, la comparte. El avaro, por el contrario, acumula, es tacaño, gasta lo menos posible y casi nunca comparte. Hagámonos, si nos apetece, amigo de un codicioso, pero nunca de un avaro.


¿Es la codicia es una enfermedad mental?
La medicina ha tratado de responder a esta pregunta con experimentos bien diseñados entre trabajadores del mundo financiero USA y en los que se utilizaron desde técnicas clásicas como el electroencefalograma a otras más modernas como la resonancia magnética funcional.
Se trató de probar la asociación codicia-colesterol-disminución de la serotonina cerebral, hipótesis muy bien planteada ya que el mundo financiero y, en general, el mundo occidental es un gran consumidor de estatinas o hipolipemiantes para disminuir los niveles de colesterol en sangre. Otra línea de investigación trató de probar la relación codicia-disminución de la oxitocina cerebral. Desgraciadamente, los resultados no fueron concluyentes en ninguna de las dos líneas de investigación.


La psiquiatría y la psicología han tratado de aportar pistas para explicar este grave trastorno de la personalidad y en la respuesta al por qué somos codiciosos apuntan a una multifactorialidad que abarca desde la herencia biológica hasta un entorno pobre en recursos que genera un mecanismo adaptativo bastante predecible: tener recursos contrarresta el sentimiento de incertidumbre en relación con el futuro ya que “si uno tiene mucho, se preocupa mucho menos que si tiene poco”.
Los científicos afirman que la codicia es una enfermedad mental basada en una errónea conexión de lo material con la felicidad. Que tiene grados y que hay que admitir su inevitabilidad (al menos en algún grado menor), en la mayoría de las personas. Desde el punto de vista ético y moral, no existen dudas de que es la madre de la corrupción política y el motor de otras metas como el deseo de éxito y reconocimiento social, disfrute del poder, sexo, protagonismo, etc.

¿Cómo se desarrolla la codicia?
Nuestro ego es el motor que la alimenta. Y es seguro que estaremos influenciados por todo el entorno que no para incansablemente de bombardearnos con noticias que siempre expresan resultados extraordinarios: facilidad, rapidez para ganar dinero, planes B que funcionan, etc. Y sientes codicia: el deseo desmedido de conseguir dinero.
Este error destruye tus finanzas. Asumes un riesgo, para devolverlo después. La codicia te bloquea mentalmente y no te deja ver otras cosas. Y no lo ves, porque sólo percibes lo que apoya tu compromiso con la irracionalidad (“el pelotazo”) aunque en tu fuero interno sabes que no es lógico pensar que con una acción vas a tocar el cielo. Debes poner límites a esto; debes utilizar la lógica para evitar la trampa. Nos dejamos llevar por la codicia, que sólo ve dinero y éxito: poder presumir de inteligencia y riqueza; lo máximo. La codicia ha ocupado el lugar de nuestras reglas de gestión.
Lo grave en esta situación no es la pérdida de dinero que podamos sufrir sino la pérdida de confianza que es algo bastante más difícil de recuperar. Y aún puede ser peor. La venganza es el combustible que nos empuja a la acción y nos nubla el juicio y aquí interviene de nuevo y de forma decisiva nuestro ego.

¿Cómo insuflar lógica es este sentimiento de venganza?
Es necesario que no soseguemos utilizando alguna técnica para interferir positivamente en tu estado emocional. Es necesario que creemos un “espacio en nuestra mente” para observarnos y respondernos a la pregunta: ¿Qué puede haber detrás de este sentimiento de venganza? Y detrás, hay todo lo ya dicho antes sobre dinero, esfuerzo, trabajo e ilusión. Pero esto es irracional, es decir, un pensamiento que no cuestionamos y damos por válido nada más se presenta en nuestra mente.
Quieres vengarte porque no aceptas algunos hechos. No aceptas que te mueves en el plano de la incertidumbre, de la impredecibilidad, de la imposibilidad de controlar. No aceptas que es sólo la expresión de una probabilidad que puede ser positiva o negativa.

Conclusiones
- No es verdad que debas ganar, es verdad que quieres ganar, pero no que debas.
- El resultado (futuro) depende de la expresión de una probabilidad. Puede suceder cualquier cosa y no depende de ti hacer que suceda lo que quieres.
- Sí depende de ti manejar el riesgo y tener consistencia emocional.
- Los resultados que obtienes, no hablan de ti, de tu valor como persona, que está indudablemente ligado, es intrínseco, al hecho de ser.
- Ante la tentación de la codicia, sosiégate, regula la carga emocional y arroja luz a la irracionalidad. En definitiva, acepta la naturaleza del negocio, de la actividad de emprendimiento en la que participas.

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