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lunes, febrero 17, 2025
Emprender un Viaje profundo a Memorias impensables de nuestro Cuerpo, de nuestra Mente y de nuestro Espíritu
De las diferentes realidades del ser humano que corresponden a lo mental, a todo aquello que hace referencia al conflicto psíquico, también se hace imperiosa toda una serie de estructuraciones musculares que corresponden al propio cuerpo, a su propia historia personal: estas estructuras están hechas, la mayoría de ellas de bloqueos, de rigideces, de contenciones que se traducen en un empobrecimiento de todo aquello que nos hace humanos y de aquello que nos acerca o nos pone del lado de la naturaleza: por ejemplo la dificultad a la hora de realizar una respiración profunda, o el hecho insuficiente de suspirar profundamente, o la imposibilidad de movilizar el diafragma con cierta intensidad: solo los niños pueden gozar de la expresión natural del cuerpo, nosotros los habitantes de la modernidad lo hemos perdido.
El Yo es siempre una identificación con el cuerpo, una instancia prendida a la realidad psicológica y mental del sujeto, pero también a su realidad del cuerpo que se tensa, muestra dolor, miedo, rabia contenida, llanto que no puede expresarse, odio a flor de piel o imposibilidad de expresar amor por temor al contacto corporal y a la expresión de los afectos. Mucho de nosotros está puesto al servicio de las defensas y de las resistencias, de modo que mucho de lo nuestro está aún por liberarse. Habitamos un cuerpo y una realidad psíquica que desconocemos: lo mejor de nosotros mismos está por surgir.
La respiración es la fuente de la vida y si no podemos llegar a percibir dicha capacidad respiratoria, tampoco es posible llegar a entrar en contacto con las emociones más profundas e intensas. Esta respiración es diafragmática, profunda, llegando a abarcar en su expansión tanto al tórax como al bajo vientre y también en su expansión hacia fuera, al abdomen (como se observa en los niños), recorre los intercostales, tocando casi, en esa expansión respiratoria fluida, la espalda.
La capacidad para restablecer el movimiento profundo en el organismo guarda una relación directa con la capacidad para poder acceder al estado de quietud; quietud emocional que lo podríamos definir como un estado mental y físico marcado por la capacidad para la actividad introspectiva. Es éste una especie de estado, momento existencial básico que se vislumbra como necesario para poder acceder adecuadamente a la realidad conflictiva de nuestro mundo interno, es la capacidad de acceder a mayores dosis de quietud, lo que nos permite entrar progresivamente en un estado, marcado esta vez, por la presencia del silencio, gracias al cual podremos elaborar con mayor riqueza e intensidad nuestra propia capacidad para reconocer el sentido de la frustración, así como la necesidad interna de renunciar a la omnipotencia infantil.
Son estos aspectos, creencias psicológicas identificadas de nuestro pasado, que, incrustados en mayor o menor medida en nuestro presente, necesitan ser retomadas cuantas veces sea necesario, a fin de tener asegurado un mayor desarrollo mental y emocional que pueda asegurar la realización de una integración social que satisfaga las expectativas personales.
El Yo es siempre una identificación con el cuerpo, una instancia prendida a la realidad psicológica y mental del sujeto, pero también a su realidad del cuerpo que se tensa, muestra dolor, miedo, rabia contenida, llanto que no puede expresarse, odio a flor de piel o imposibilidad de expresar amor por temor al contacto corporal y a la expresión de los afectos. Mucho de nosotros está puesto al servicio de las defensas y de las resistencias, de modo que mucho de lo nuestro está aún por liberarse. Habitamos un cuerpo y una realidad psíquica que desconocemos: lo mejor de nosotros mismos está por surgir.
La respiración es la fuente de la vida y si no podemos llegar a percibir dicha capacidad respiratoria, tampoco es posible llegar a entrar en contacto con las emociones más profundas e intensas. Esta respiración es diafragmática, profunda, llegando a abarcar en su expansión tanto al tórax como al bajo vientre y también en su expansión hacia fuera, al abdomen (como se observa en los niños), recorre los intercostales, tocando casi, en esa expansión respiratoria fluida, la espalda.
La capacidad para restablecer el movimiento profundo en el organismo guarda una relación directa con la capacidad para poder acceder al estado de quietud; quietud emocional que lo podríamos definir como un estado mental y físico marcado por la capacidad para la actividad introspectiva. Es éste una especie de estado, momento existencial básico que se vislumbra como necesario para poder acceder adecuadamente a la realidad conflictiva de nuestro mundo interno, es la capacidad de acceder a mayores dosis de quietud, lo que nos permite entrar progresivamente en un estado, marcado esta vez, por la presencia del silencio, gracias al cual podremos elaborar con mayor riqueza e intensidad nuestra propia capacidad para reconocer el sentido de la frustración, así como la necesidad interna de renunciar a la omnipotencia infantil.
Son estos aspectos, creencias psicológicas identificadas de nuestro pasado, que, incrustados en mayor o menor medida en nuestro presente, necesitan ser retomadas cuantas veces sea necesario, a fin de tener asegurado un mayor desarrollo mental y emocional que pueda asegurar la realización de una integración social que satisfaga las expectativas personales.
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