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lunes, octubre 27, 2025

La Arquitectura de la Indiferencia

La empatía está muriendo, no en un colapso social catastrófico, sino en incontables momentos de silenciosa indiferencia. Si las últimas investigaciones son ciertas, no solo estamos presenciando crueldad aislada. Estamos presenciando una erosión sistemática de la conciencia humana, un cambio cultural que está convirtiendo el desapego emocional, de un defecto a una característica.

El trabajo pionero de la Dra. Martha Stout en la Facultad de Medicina de Harvard identificó rasgos sociopáticos en el cuatro por ciento de los estadounidenses hace dos décadas. Eso resulta casi nostálgico ahora. Estudios recientes de Yale y la Universidad de Connecticut muestran un aumento de casi el treinta por ciento en la psicopatía subclínica desde el año 2000. No solo estamos fomentando más psicópatas; estamos forjando una sociedad que recompensa sus rasgos para prosperar.


Para comprender nuestra situación actual, primero debemos disipar la mitología hollywoodense en torno a la psicopatía. Olvídense del canibalismo teatral de Hannibal Lecter o de las teatralidades de Patrick Bateman. Los psicópatas que se multiplican entre nosotros son mucho más mundanos e infinitamente más peligrosos precisamente por su banalidad. Son el capitalista de riesgo que realmente no comprende por qué despedir a quinientos empleados antes de Navidad podría ser problemático más allá de su impacto en las ganancias trimestrales. Son el influencer de redes sociales que filma a una víctima de suicidio para obtener contenido, genuinamente desconcertado por la reacción negativa. Son el padre que ve a sus hijos no como individuos a quienes criar, sino como extensiones de sus propias ambiciones, inversiones en una cartera de logros personales.

El Dr. Kent Kiehl, quien ha pasado casi tres décadas escaneando cerebros de psicópatas en la Universidad de Nuevo México, describe la arquitectura neurológica de la psicopatía con la extraña fascinación distante de un arqueólogo que examina ruinas antiguas. "El sistema paralímbico —lo que podríamos llamar el circuito moral del cerebro— muestra marcadas deficiencias en individuos psicópatas", explica desde su laboratorio, rodeado de miles de escáneres cerebrales que mapean la geografía de la crueldad humana. "Pero esto es lo verdaderamente alarmante: estamos observando estos mismos patrones cada vez con más frecuencia en individuos que no cumplirían con el umbral clínico de la psicopatía. Es como si toda la curva de campana estuviera cambiando".

Esta deriva neurológica no ocurre en el vacío. Nuestros cerebros responden a su entorno con una plasticidad que puede ser tanto nuestra salvación como nuestra condenación. Y el entorno que hemos construido —básicamente un panóptico digital de rendimiento, medición y mercantilización constantes— parece diseñado casi deliberadamente para premiar los rasgos psicopáticos y castigar los empáticos.

Consideremos el entorno laboral moderno, especialmente en sectores de alto riesgo como las finanzas, la tecnología y la consultoría. Un estudio realizado por el psicólogo forense Paul Babiak reveló que, si bien los psicópatas representan aproximadamente el uno por ciento de la población general, constituyen casi el cuatro por ciento de los puestos de alta dirección y potencialmente hasta el doce por ciento de los directores ejecutivos en ciertos sectores. Son individuos cuya particular constelación de rasgos —carisma superficial, autoestima arrogante, mentiras patológicas, manipulación astuta, falta de remordimiento, superficialidad emocional y falta de aceptación de responsabilidades— se alinea perfectamente con lo que hemos llegado a confundir con liderazgo.

La pregunta que atormenta a los investigadores no es si esto está sucediendo (los escáneres cerebrales y los datos de comportamiento son innegables). Es si hemos cruzado el umbral donde la empatía ya no es una ventaja, sino una desventaja. ¿Qué sucede cuando una especie basada en la conexión evoluciona para valorar su ausencia? ¿Qué sucede cuando la conciencia se convierte en una debilidad?

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